Aztecas es el nombre que la tradición historiográfica otorgó a un conjunto de pueblos indígenas con una lengua en común, el náhuatl, habitantes de las zonas de Tenochtitlán y Tlatelolco,
en la región mesoamericana, entre los siglos XII y XVI. Las tribus
aludidas con este término son varias, aunque principalmente se refiere a
los mexicas, uno de los últimos grandes pueblos de la
era precolombina, junto con las culturas mayas e incas. El término
azteca es un sustantivo gentilicio que proviene de Aztlán,
el lugar del que, según la mitología de la época colonial, provenían
estos pueblos. No fue un término con el que se denominaran a sí mismos
ninguno de los pobladores mesoamericanos.
Expansión demográfica
Tras la disolución de la mítica ciudad de Tollan, hacia principios del siglo XII, enormes cantidades de indígenas toltecas y chichimecas
comenzaron a migrar en grupos, dispersándose en dirección hacia
Cholula, al oeste del actual estado de Puebla, en México. Estableciendo
alianzas con nativos aledaños, lograron vencer a los olmecas y ocupar la zona del Altiplano Central.
La última gran migración hacia esta región fue la de los mexicas,
ocurrida entre los siglos XII y XIV, lapso durante el cual fueron
paulatinamente ocupando territorios menores.
El imperio azteca
Tras recorrer vastos territorios, ya en el siglo XIV, los pueblos aztecas se establecieron en forma definitiva sobre el actual valle de México. Fundaron la ciudad capital de Tenochtitlán sobre un islote en las inmediaciones del Lago de Texcoco.
Durante los primeros años, debieron luchar con numerosas tribus del
lugar en pos de las mejores porciones de tierra y el dominio político
sobre la región. A medida que triunfaron sobre sus vecinos, fueron
estableciendo un entramado imperial que consistía, sobre todo, en
obediencia, trabajo y tributo. La base de la expansión azteca fue
su poderoso ejército. No obstante, los pueblos subyugados, una vez
reconocida la figura del emperador azteca, conservaban a sus propios
funcionarios.
Geografía
El imperio azteca llegó a extenderse sobre una
superficie total aproximada a los 500 mil kilómetros cuadrados y contó
con una población cercana a los 20 millones de habitantes. La
conformación del imperio estuvo fundada sobre la base de una triple
alianza entre los estados emergentes de los mexicas, en la ciudad de México-Tenochtitlán, los acolhua, en la ciudad de Texcoco, y los tlacopan, sobrevivientes del extinto señorío dominante del valle de México.
Los territorios y culturas asociados al imperio fueron amplísimos,
abarcando planicies y altas montañas, o desiertos y selvas, en el ámbito
de las temperaturas más extremas.
Ubicación geográfica
La ciudad-estado de México-Tenochtitlán se ubicó en una zona de lagos de la Cuenca de México,
sobre un islote en las orillas orientales del lago Texcoco. Desde este
punto, los aztecas expandieron su dominio hacia el centro y sur del
actual territorio mexicano, desde el valle de Toluca, hasta Guerrero y Oaxaca, y desde la costa de Chiapas, hasta la frontera con Guatemala,
en donde también ocuparon una cierta extensión. La Cuenca de México
abarca unos 7800 kilómetros cuadrados, localizados en la fase meridional
del Altiplano Central, limitando con cadenas montañosas e importantes lagos.
Clima y ecosistemas
Desde el frío polar de alta montaña, hasta las cálidas selvas tropicales,
encontramos múltiples ecosistemas a lo largo de bosques, selvas,
desiertos rocosos, manglares, sabanas, estepas y montes, entre otros.
Además existían diferentes biomas y microclimas, propios de la geografía mesoamericana, como el bosque templado lluvioso o el bosque de coníferas, en la cima de la Sierra Madre de Chiapas.
En las geografías más bajas, cercanas al agua dulce de los lagos,
proliferó el cultivo sobre nivel; en alturas cercanas a los 2500 metros,
aprovechando la zona de somonte, con tierras fértiles, se practicó una
agricultura extensiva; superando los 2800 metros sobre el nivel del mar,
abundaron bosques y fauna mayor. El clima para la región fue, en
promedio, templado, con un régimen pluvial en torno a los 700 milímetros
por año.
A lo largo de la región central del actual territorio mexicano,
los aztecas basaron la expansión de su dominio económico sobre el
tributo que los pueblos subyugados debieron pagar al imperio. La hegemonía imperial estaba constituida por los tres estados confederados de la Triple Alianza, Texcoco, Tlacopan y Tenochtitlán,
y el conjunto de territorios conquistados. A través del tiempo, los
mexicas de Tenochtitlán se ubicaron a la cabeza de las elites del
sistema, resultando el estado con mayor expansión territorial. No
obstante, las conquistas mexicas involucraron especialmente, casi con
exclusividad, un dominio económico, permitiendo a los pueblos sometidos
conservar a sus dioses, funcionarios y lengua. Se establecieron algunas
excepciones en el caso de asentamientos estratégicos, sea por
rebeliones, o la contención sobre culturas adversas, en los que
permanecieron las fuerzas militares aztecas.
Estado
Así como en el resto de las culturas mesoamericanas, el gobierno azteca se erigió sobre un Estado teocrático, en donde el poder absoluto estuvo en manos de una clase dirigente de sacerdotes y un sumo emperador, al que llamaron huey-tlatoani,
considerado un dios en la tierra. La elección del huey-tlatoani estaba a
cargo de un consejo compuesto por los linajes nobles de los 20 clanes
en que se subdividía la sociedad. Las decisiones más importantes eran
tomadas en conjunto por el emperador y su consejo de asesores, entre los
que se destaca la figura del cihuacóatl, principal
consejero y reemplazante del tlatoani, en caso de ausencia. Por debajo
de esta estructura se ubicaban los funcionarios públicos, jueces que
velaban por el cumplimiento de normas y leyes, y guardianes de depósitos
armamentísticos y de alimentos.
Sociedad
La sociedad se encontraba organizada en 20 clanes o calpullis, a su vez compuestos por personas vinculadas mediante un lazo de parentesco familiar. A cada calpulli correspondía una porción de tierra, un templo y un jefe político, llamado calpullec. La división social organizaba a tres clases: los nobles o
pipiltin, que ocupaban las funciones gubernamentales y religiosas, no
pagaban tributo y poseían tierras propias; la clase común o macehualtin,
definida por campesinos, artesanos y comerciantes; y los esclavos o
tlacotin, prisioneros de guerra y delincuentes, aunque también existían
pobladores con deudas impagables, empleados como sirvientes de sus
acreedores.
Ciencia y tecnología
Entre otros factores determinantes, la cultura azteca debió su
poderío al avanzado grado de desarrollo en el pensamiento científico y
técnico. La educación de su pueblo en este terreno fue primordial,
alcanzando niveles de abstracción significativamente mayores a los de
cualquier otra cultura, sobre todo en los campos de las matemáticas y la astronomía, aunque no fueron los únicos. La medicina
de los mexicas trascendió a su propia época, encontrándose en la base
de diversas bebidas, pomadas y ungüentos de la modernidad. La ingeniería terrestre y naval, las técnicas agrícolas y el desarrollo de una escritura propia, fueron otros aspectos fundamentales de la civilización azteca.
Astronomía y medicina
Las tribus primigenias de mesoamérica conocieron el concepto del número cero,
lo que destacó un legado importantísimo para la base de cálculos
abstractos en civilizaciones mayas y aztecas. Estos últimos, hacia el
año 1479, confeccionaron la piedra del Sol, una pieza
lítica de monumental tamaño y peso, tallada con los pictogramas
correspondientes a los días y meses del calendario mexica. En el terreno
de la medicina, el pueblo azteca supo eclipsar a las
ciencias europeas de la salud, durante la época colonial. Basaron los
tratamientos de la enfermedad en dos aristas: por un lado, se ocuparon
de la salud espiritual, cuyo desequilibrio abría las puertas al
deterioro físico; por el otro, recurrieron a medicamentos herbarios para dirigir la cura sintomática.
Armamento y transporte
Al carecer de acceso a metales, como el bronce o el hierro, los aztecas debieron aguzar el ingenio para la fabricación de armas y herramientas
contundentes. Mayormente emplearon la obsidiana, una especie de las
rocas volcánicas, y el sílex, un mineral de gran dureza, para la
fabricación de lanzas, cuchillos y flechas. La tecnología azteca
conoció la rueda, pero, sin caballos, mulas, ni animales de carga, prescindieron de cualquier vehículo terrestre. En su lugar, fabricaron canoas para trasladarse a lo largo de canales y lagos.
Diversos factores coyunturales y geográficos hicieron de la economía azteca una de las más prósperas en la región mesoamericana. Por un lado, el control que establecieron sobre los pueblos conquistados, a través del tributo, les permitió el acceso a abundantes provisiones, materias primas, productos y mano de obra. Por otro lado, el desarrollo y empleo de avanzadas técnicas agrícolas, tales como terrazas de cultivo y chinampas, permitieron una expansión demográfica sostenida y sustentable. El comercio, por estas mismas razones, tuvo un despliegue sin precedentes para la época. Durante su apogeo, según los especialistas, la ciudad de Tenochtitlán fue el mercado más grande del mundo.
Agricultura
La actividad agrícola proporcionaba abundantes variedades de
hortalizas, frutas y legumbres, como tomates, ajíes, calabazas, porotos y
tunas. Superados únicamente por la agricultura de la región andina, los
aztecas fueron el imperio de mayor evolución en técnicas agrarias.
Aprovechando la geografía lacustre del lago Texcoco, los mexicas
desarrollaron un sistema hidropónico de cultivo
conocido como chinampa. Construyeron islas flotantes en base a balsas de
tierra y ramas, ancladas a través de palos, sobre las que cultivaron
todo tipo de vegetales. En las zonas de montaña, emplearon un sistema de
terrazas.
Comercio
Si bien existieron monedas de intercambio, algunas comestibles, como el cacao, y otras no, como el polvillo de oro, o las mantas, el comercio azteca estuvo basado en el trueque. Desde Tenochtitlán y sus alrededores, los mercaderes y comerciantes mexicas llevaban y traían todo tipo de productos, los que intercambiaban en otras naciones y pueblos por objetos lujosos. En los mercados aztecas se comercializaban el cacao y las frutas, así como esclavos y prisioneros de guerra. Productos mineros, como la obsidiana, eran extraídos de la Sierra Madre Sur y Occidental, para la elaboración de armas y utensilios. Las labores textiles, de alto rendimiento, proporcionaban tejidos de algodón, entre otros.
La religión azteca, así como su civilización, resultó ser una síntesis de culturas y tradiciones milenarias. Su cosmogonía fue compleja al intentar responder profundos dilemas sobre la existencia, la creación del cosmos
y el hombre, desde la perspectiva divina, asociada a las lluvias y la
agricultura. Así, concibieron a la materia como la conformación de una
parte animada y tangible, y otra parte intangible e interna, a su vez
constituida por dos fuerzas, una luminosa y otra oscura. Los dioses
mantenían una comunicación constante con los hombres y, al igual que
estos, poseían componentes claroscuros; todo lo habido sobre la tierra
estaba atravesado por esta dualidad, establecida en un equilibrio
dinámico entre el micro y el macrocosmos; paridad que debía ser
mantenida a fuerza de cultos y ofrendas.
Ritos y cultos
En el marco de la dualidad creadora y destructora, las fiestas religiosas de la cultura azteca buscaban equilibrar ambas voluntades cósmicas, con el objeto final de garantizar un ciclo continuo en la vitalidad y la agricultura. Los humanos podían alojar a los dioses de manera permanente o esporádica en las manifestaciones de virtud o perversión. En cualquier caso, la sangre era el vehículo de la continuidad de los ciclos y el alimento de los dioses, lo que fundamentó el culto a través de sacrificios humanos. En el caso de la elite azteca, practicaron la antropofagia ritual.
El panteón azteca
Análogamente al panteón romano, los mexicas construyeron templos
para adorar a los dioses de otros pueblos, a los que respetaban y
rendían culto. Los propios dioses patronos, Huitzilopochtli y Coatlicue,
fueron promovidos al estatus de las antiguas deidades principales de la
zona mesoamericana. En un orden jerárquico, podemos mencionar en primer
lugar al dios creador Ometéotl, capaz de engendrarse a sí mismo en el desdoblamiento de su aspecto masculino, Ometecutli, y femenino, Omecihuatl. De ellos surgían cuatro deidades rectoras principales: Tezcatlipoca y Quetzalcóatl, creadoras del mundo; Tláloc y Ehécatl,
dadores de la lluvia y la vida. Por debajo se situaban los dioses
patronos de cada pueblo, a los que sucedían en rango los de cada oficio o
aspecto de la vida, y, por último, los de origen familiar.
Los monumentales templos, pirámides y palacios del pueblo azteca reflejaron el conjunto de valores y preceptos religiosos que dieron origen a su civilización. Toda su arquitectura estuvo dirigida a la manifestación del poder que los asistía como herederos del dios Huitzilopochtli. Cada lugar, incluso las casas de la gente común, fue construido con solemnidad y vocación de culto, por lo que cada sitio fue un lugar sagrado en la vida de los pobladores aztecas de la gran Tenochtitlán y el conjunto de sus ciudades imperiales. A medida que avanzaron sobre un nuevo territorio, sistemáticamente comenzaron por la construcción de un templo adoratorio para su dios principal y, a continuación, sobre sus inmediaciones, una cancha de pelota, en donde practicaron el juego ritual más difundido entre las culturas de Mesoamérica.
El Templo Mayor
En Tenochtitlán se encontraba emplazado el Templo mayor
de los aztecas. Allí, a través de numerosas esculturas, se narraba la
historia de Huitzilopochtli. En este lugar sagrado, los aztecas adoraron
al dios y sacrificaron humanos para aplacar su sed. Se encontraba
amurallado por una pared en forma de serpiente y
albergaba otros templos principales y casas de la elite política y
religiosa. Todo estaba organizado en base a un estricto orden de
simetría, con diseños geométricos y amplias líneas en dirección de los puntos cardinales. La plaza central de este templo podía albergar a unas 8000 personas y su mercado a unas 20000.
Las pirámides
Existieron distintos tipos de construcciones piramidales. Entre las más profusas encontramos a las pirámides redondas, situadas en mayor medida a lo largo del valle de Toluca. Estuvieron construidas en honor al dios del viento, Ehécatl, y su estructura circular permitió, precisamente, un flujo ventoso, de modo que el dios pudiese circular en su interior sin obstrucciones. Las pirámides de escalinatas gemelas albergaban en su cima a dos templos con dos escalinatas: el templo situado al lado izquierdo estaba dedicado a Tláloc, deidad responsable de las lluvias; el de la derecha honraba a Huitzilopochtli. El primero estaba pintado de colores azules y blancos, símbolo del agua; el segundo, de rojo y blanco, símbolo del sacrificio y de las guerras.
Calendario
Calendario azteca
El calendario mexica o azteca fue un calendario solar, con una estructura muy similar a la del calendario maya. Contaban con un calendario de uso civil, llamado xihuitl,
de 365 días de duración, que organizaba cronológicamente las
actividades sociales del imperio. Por otro lado, computaban,
conjuntamente con el xihuitl, un calendario religioso, llamado tonalpohualli,
de 260 días, con el que realizaban predicciones sobre eventos futuros.
Los ciclos de ambos calendarios volvían a coincidir cada 52 años,
conformando una revolución a la que los aztecas denominaron Xiuhmopilli, o atado de años. Esta conjunción del tiempo estaba basada en la observación de los ciclos de la Tierra alrededor del Sol, de la Luna en torno al planeta Tierra, y de Venus.
El calendario civil
A través de este calendario, los aztecas identificaban los días
para ceremonias y rituales. Estas mismas mediciones se aplicaban a los ciclos agrícolas, intrínsecamente ligados al rito y los festejos patronales de cada deidad. El año estaba dividido en 18 meses, o meztli,
con una duración de 20 días por cada mes. A su vez, las semanas se
encontraban compuestas por 5 días de duración. Se concebía un año de 365
días de actividad, más 5 días, llamados nemontemi, que
significa días vacíos, durante los cuales cesaba toda acción civil y
los pobladores se abocaban a la abstinencia y el ayuno.
Arte
Pintura
La pintura se basó en una correlación entre los colores y el símbolo. Emplearon pigmentaciones más bien puras y planas, sin variación de los matices cromáticos, ni brillos, ni sombras. En general, la pintura azteca estuvo vinculada a la decoración de los distintos tipos de edificaciones arquitectónicas. Otra acepción del arte pictórico azteca estuvo dada por los códices mexicas, elaborados con hojas de papel fabricadas con corteza de árbol. En estas páginas, un grupo de artesanos pintores de la elite imperial, llamados tlacuilos, representó sucesos importantes en la vida del pueblo, sus dioses y emperadores.
Arte textil y plumario
Los artesanos aztecas manejaron las artes textiles con maestría y fineza. En un principio se valieron de las fibras de ixtle,
provistas por el tratamiento de las ramas del maguey, para la
confección de mantas y atuendos. Más tarde, durante el asentamiento en
la ciudad de Tenochtitlán, el comercio con otros pueblos posibilitó la
obtención de algodón, con el que mejoraron, sobre todo,
las vestimentas. La plumería constituyó uno de los aspectos más
originales de la cultura de los mexicas, sobre todo en
la elaboración de mosaicos suntuosos, para cuya realización se sirvieron
de las aves de los bosques del sur. Una de las piezas más destacables
es el penacho del emperador Moctezuma.
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