jueves, 11 de julio de 2013

Aztecas

Origen



Aztecas es el nombre que la tradición historiográfica otorgó a un conjunto de pueblos indígenas con una lengua en común, el náhuatl, habitantes de las zonas de Tenochtitlán y Tlatelolco, en la región mesoamericana, entre los siglos XII y XVI. Las tribus aludidas con este término son varias, aunque principalmente se refiere a los mexicas, uno de los últimos grandes pueblos de la era precolombina, junto con las culturas mayas e incas. El término azteca es un sustantivo gentilicio que proviene de Aztlán, el lugar del que, según la mitología de la época colonial, provenían estos pueblos. No fue un término con el que se denominaran a sí mismos ninguno de los pobladores mesoamericanos.

 

 

Expansión demográfica


Tras la disolución de la mítica ciudad de Tollan, hacia principios del siglo XII, enormes cantidades de indígenas toltecas y chichimecas comenzaron a migrar en grupos, dispersándose en dirección hacia Cholula, al oeste del actual estado de Puebla, en México. Estableciendo alianzas con nativos aledaños, lograron vencer a los olmecas y ocupar la zona del Altiplano Central. La última gran migración hacia esta región fue la de los mexicas, ocurrida entre los siglos XII y XIV, lapso durante el cual fueron paulatinamente ocupando territorios menores.

El imperio azteca


Tras recorrer vastos territorios, ya en el siglo XIV, los pueblos aztecas se establecieron en forma definitiva sobre el actual valle de México. Fundaron la ciudad capital de Tenochtitlán sobre un islote en las inmediaciones del Lago de Texcoco. Durante los primeros años, debieron luchar con numerosas tribus del lugar en pos de las mejores porciones de tierra y el dominio político sobre la región. A medida que triunfaron sobre sus vecinos, fueron estableciendo un entramado imperial que consistía, sobre todo, en obediencia, trabajo y tributo. La base de la expansión azteca fue su poderoso ejército. No obstante, los pueblos subyugados, una vez reconocida la figura del emperador azteca, conservaban a sus propios funcionarios.

 

Geografía



El imperio azteca llegó a extenderse sobre una superficie total aproximada a los 500 mil kilómetros cuadrados y contó con una población cercana a los 20 millones de habitantes. La conformación del imperio estuvo fundada sobre la base de una triple alianza entre los estados emergentes de los mexicas, en la ciudad de México-Tenochtitlán, los acolhua, en la ciudad de Texcoco, y los tlacopan, sobrevivientes del extinto señorío dominante del valle de México. Los territorios y culturas asociados al imperio fueron amplísimos, abarcando planicies y altas montañas, o desiertos y selvas, en el ámbito de las temperaturas más extremas.

Ubicación geográfica

 

La ciudad-estado de México-Tenochtitlán se ubicó en una zona de lagos de la Cuenca de México, sobre un islote en las orillas orientales del lago Texcoco. Desde este punto, los aztecas expandieron su dominio hacia el centro y sur del actual territorio mexicano, desde el valle de Toluca, hasta Guerrero y Oaxaca, y desde la costa de Chiapas, hasta la frontera con Guatemala, en donde también ocuparon una cierta extensión. La Cuenca de México abarca unos 7800 kilómetros cuadrados, localizados en la fase meridional del Altiplano Central, limitando con cadenas montañosas e importantes lagos.

Clima y ecosistemas

 

Desde el frío polar de alta montaña, hasta las cálidas selvas tropicales, encontramos múltiples ecosistemas a lo largo de bosques, selvas, desiertos rocosos, manglares, sabanas, estepas y montes, entre otros. Además existían diferentes biomas y microclimas, propios de la geografía mesoamericana, como el bosque templado lluvioso o el bosque de coníferas, en la cima de la Sierra Madre de Chiapas. En las geografías más bajas, cercanas al agua dulce de los lagos, proliferó el cultivo sobre nivel; en alturas cercanas a los 2500 metros, aprovechando la zona de somonte, con tierras fértiles, se practicó una agricultura extensiva; superando los 2800 metros sobre el nivel del mar, abundaron bosques y fauna mayor. El clima para la región fue, en promedio, templado, con un régimen pluvial en torno a los 700 milímetros por año.


Política y sociedad



A lo largo de la región central del actual territorio mexicano, los aztecas basaron la expansión de su dominio económico sobre el tributo que los pueblos subyugados debieron pagar al imperio. La hegemonía imperial estaba constituida por los tres estados confederados de la Triple Alianza, Texcoco, Tlacopan y Tenochtitlán, y el conjunto de territorios conquistados. A través del tiempo, los mexicas de Tenochtitlán se ubicaron a la cabeza de las elites del sistema, resultando el estado con mayor expansión territorial. No obstante, las conquistas mexicas involucraron especialmente, casi con exclusividad, un dominio económico, permitiendo a los pueblos sometidos conservar a sus dioses, funcionarios y lengua. Se establecieron algunas excepciones en el caso de asentamientos estratégicos, sea por rebeliones, o la contención sobre culturas adversas, en los que permanecieron las fuerzas militares aztecas.

Estado

 

Así como en el resto de las culturas mesoamericanas, el gobierno azteca se erigió sobre un Estado teocrático, en donde el poder absoluto estuvo en manos de una clase dirigente de sacerdotes y un sumo emperador, al que llamaron huey-tlatoani, considerado un dios en la tierra. La elección del huey-tlatoani estaba a cargo de un consejo compuesto por los linajes nobles de los 20 clanes en que se subdividía la sociedad. Las decisiones más importantes eran tomadas en conjunto por el emperador y su consejo de asesores, entre los que se destaca la figura del cihuacóatl, principal consejero y reemplazante del tlatoani, en caso de ausencia. Por debajo de esta estructura se ubicaban los funcionarios públicos, jueces que velaban por el cumplimiento de normas y leyes, y guardianes de depósitos armamentísticos y de alimentos.

Sociedad

 

La sociedad se encontraba organizada en 20 clanes o calpullis, a su vez compuestos por personas vinculadas mediante un lazo de parentesco familiar. A cada calpulli correspondía una porción de tierra, un templo y un jefe político, llamado calpullec. La división social organizaba a tres clases: los nobles o pipiltin, que ocupaban las funciones gubernamentales y religiosas, no pagaban tributo y poseían tierras propias; la clase común o macehualtin, definida por campesinos, artesanos y comerciantes; y los esclavos o tlacotin, prisioneros de guerra y delincuentes, aunque también existían pobladores con deudas impagables, empleados como sirvientes de sus acreedores.

Ciencia y tecnología




Entre otros factores determinantes, la cultura azteca debió su poderío al avanzado grado de desarrollo en el pensamiento científico y técnico. La educación de su pueblo en este terreno fue primordial, alcanzando niveles de abstracción significativamente mayores a los de cualquier otra cultura, sobre todo en los campos de las matemáticas y la astronomía, aunque no fueron los únicos. La medicina de los mexicas trascendió a su propia época, encontrándose en la base de diversas bebidas, pomadas y ungüentos de la modernidad. La ingeniería terrestre y naval, las técnicas agrícolas y el desarrollo de una escritura propia, fueron otros aspectos fundamentales de la civilización azteca.





Astronomía y medicina

 

Las tribus primigenias de mesoamérica conocieron el concepto del número cero, lo que destacó un legado importantísimo para la base de cálculos abstractos en civilizaciones mayas y aztecas. Estos últimos, hacia el año 1479, confeccionaron la piedra del Sol, una pieza lítica de monumental tamaño y peso, tallada con los pictogramas correspondientes a los días y meses del calendario mexica. En el terreno de la medicina, el pueblo azteca supo eclipsar a las ciencias europeas de la salud, durante la época colonial. Basaron los tratamientos de la enfermedad en dos aristas: por un lado, se ocuparon de la salud espiritual, cuyo desequilibrio abría las puertas al deterioro físico; por el otro, recurrieron a medicamentos herbarios para dirigir la cura sintomática.

Armamento y transporte

 

Al carecer de acceso a metales, como el bronce o el hierro, los aztecas debieron aguzar el ingenio para la fabricación de armas y herramientas contundentes. Mayormente emplearon la obsidiana, una especie de las rocas volcánicas, y el sílex, un mineral de gran dureza, para la fabricación de lanzas,  cuchillos y flechas. La tecnología azteca conoció la rueda, pero, sin caballos, mulas, ni animales de carga, prescindieron de cualquier vehículo terrestre. En su lugar, fabricaron canoas para trasladarse a lo largo de canales y lagos.

 

Economía


Diversos factores coyunturales y geográficos hicieron de la economía azteca una de las más prósperas en la región mesoamericana. Por un lado, el control que establecieron sobre los pueblos conquistados, a través del tributo, les permitió el acceso a abundantes provisiones, materias primas, productos y mano de obra. Por otro lado, el desarrollo y empleo de avanzadas técnicas agrícolas, tales como terrazas de cultivo y chinampas, permitieron una expansión demográfica sostenida y sustentable. El comercio, por estas mismas razones, tuvo un despliegue sin precedentes para la época. Durante su apogeo, según los especialistas, la ciudad de Tenochtitlán fue el mercado más grande del mundo.

Agricultura

 

La actividad agrícola proporcionaba abundantes variedades de hortalizas, frutas y legumbres, como tomates, ajíes, calabazas, porotos y tunas. Superados únicamente por la agricultura de la región andina, los aztecas fueron el imperio de mayor evolución en técnicas agrarias. Aprovechando la geografía lacustre del lago Texcoco, los mexicas desarrollaron un sistema hidropónico de cultivo conocido como chinampa. Construyeron islas flotantes en base a balsas de tierra y ramas, ancladas a través de palos, sobre las que cultivaron todo tipo de vegetales. En las zonas de montaña, emplearon un sistema de terrazas.

 

Comercio


Si bien existieron monedas de intercambio, algunas comestibles, como el cacao, y otras no, como el polvillo de oro, o las mantas, el comercio azteca estuvo basado en el trueque. Desde Tenochtitlán y sus alrededores, los mercaderes y comerciantes mexicas llevaban y traían todo tipo de productos, los que intercambiaban en otras naciones y pueblos por objetos lujosos. En los mercados aztecas se comercializaban el cacao y las frutas, así como esclavos y prisioneros de guerra. Productos mineros, como la obsidiana, eran extraídos de la Sierra Madre Sur y Occidental, para la elaboración de armas y utensilios. Las labores textiles, de alto rendimiento, proporcionaban tejidos de algodón, entre otros.

Religión

 

La religión azteca, así como su civilización, resultó ser una síntesis de culturas y tradiciones milenarias. Su cosmogonía fue compleja al intentar responder profundos dilemas sobre la existencia, la creación del cosmos y el hombre, desde la perspectiva divina, asociada a las lluvias y la agricultura. Así, concibieron a la materia como la conformación de una parte animada y tangible, y otra parte intangible e interna, a su vez constituida por dos fuerzas, una luminosa y otra oscura. Los dioses mantenían una comunicación constante con los hombres y, al igual que estos, poseían componentes claroscuros; todo lo habido sobre la tierra estaba atravesado por esta dualidad, establecida en un equilibrio dinámico entre el micro y el macrocosmos; paridad que debía ser mantenida a fuerza de cultos y ofrendas.

Ritos y cultos


En el marco de la dualidad creadora y destructora, las fiestas religiosas de la cultura azteca buscaban equilibrar ambas voluntades cósmicas, con el objeto final de garantizar un ciclo continuo en la vitalidad y la agricultura. Los humanos podían alojar a los dioses de manera permanente o esporádica en las manifestaciones de virtud o perversión. En cualquier caso, la sangre era el vehículo de la continuidad de los ciclos y el alimento de los dioses, lo que fundamentó el culto a través de sacrificios humanos. En el caso de la elite azteca, practicaron la antropofagia ritual.

El panteón azteca

 

Análogamente al panteón romano, los mexicas construyeron templos para adorar a los dioses de otros pueblos, a los que respetaban y rendían culto. Los propios dioses patronos, Huitzilopochtli y Coatlicue, fueron promovidos al estatus de las antiguas deidades principales de la zona mesoamericana. En un orden jerárquico, podemos mencionar en primer lugar al dios creador Ometéotl, capaz de engendrarse a sí mismo en el desdoblamiento de su aspecto masculino, Ometecutli, y femenino, Omecihuatl. De ellos surgían cuatro deidades rectoras principales: Tezcatlipoca y Quetzalcóatl, creadoras del mundo; Tláloc y Ehécatl, dadores de la lluvia y la vida. Por debajo se situaban los dioses patronos de cada pueblo, a los que sucedían en rango los de cada oficio o aspecto de la vida, y, por último, los de origen familiar.


 

Lugares Sagrados


Los monumentales templos, pirámides y palacios del pueblo azteca reflejaron el conjunto de valores y preceptos religiosos que dieron origen a su civilización. Toda su arquitectura estuvo dirigida a la manifestación del poder que los asistía como herederos del dios Huitzilopochtli. Cada lugar, incluso las casas de la gente común, fue construido con solemnidad y vocación de culto, por lo que cada sitio fue un lugar sagrado en la vida de los pobladores aztecas de la gran Tenochtitlán y el conjunto de sus ciudades imperiales. A medida que avanzaron sobre un nuevo territorio, sistemáticamente comenzaron por la construcción de un templo adoratorio para su dios principal y, a continuación, sobre sus inmediaciones, una cancha de pelota, en donde practicaron el juego ritual más difundido entre las culturas de Mesoamérica.
El Templo Mayor
En Tenochtitlán se encontraba emplazado el Templo mayor de los aztecas. Allí, a través de numerosas esculturas, se narraba la historia de Huitzilopochtli. En este lugar sagrado, los aztecas adoraron al dios y sacrificaron humanos para aplacar su sed. Se encontraba amurallado por una pared en forma de serpiente y albergaba otros templos principales y casas de la elite política y religiosa. Todo estaba organizado en base a un estricto orden de simetría, con diseños geométricos y amplias líneas en dirección de los puntos cardinales. La plaza central de este templo podía albergar a unas 8000 personas y su mercado a unas 20000.

Las pirámides


Existieron distintos tipos de construcciones piramidales. Entre las más profusas encontramos a las pirámides redondas, situadas en mayor medida a lo largo del valle de Toluca. Estuvieron construidas en honor al dios del viento, Ehécatl, y su estructura circular permitió, precisamente, un flujo ventoso, de modo que el dios pudiese circular en su interior sin obstrucciones. Las pirámides de escalinatas gemelas albergaban en su cima a dos templos con dos escalinatas: el templo situado al lado izquierdo estaba dedicado a Tláloc, deidad responsable de las lluvias; el de la derecha honraba a Huitzilopochtli. El primero estaba pintado de colores azules y blancos, símbolo del agua; el segundo, de rojo y blanco, símbolo del sacrificio y de las guerras.

Calendario


Las distintas etnias a lo largo de la historia mesoamericana han asimilado un calendario cuyos orígenes son atribuidos a la cultura olmeca, a partir del siglo XIV AC. Las civilizaciones aztecas, así como las mayas y zapotecas, heredaron una misma manera de medir el tiempo. Se supone que este calendario provino, a su vez, de las regiones situadas hacia el norte de México, probablemente de las zonas desérticas, en donde la contemplación del cielo es accesible durante prácticamente todo el año, lo que resulta imposible en lugares ocupados por las tribus olmecas, con cielos cubiertos de nubes durante largos períodos.


Calendario azteca

 

El calendario mexica o azteca fue un calendario solar, con una estructura muy similar a la del calendario maya. Contaban con un calendario de uso civil, llamado xihuitl, de 365 días de duración, que organizaba cronológicamente las actividades sociales del imperio. Por otro lado, computaban, conjuntamente con el xihuitl, un calendario religioso, llamado tonalpohualli, de 260 días, con el que realizaban predicciones sobre eventos futuros. Los ciclos de ambos calendarios volvían a coincidir cada 52 años, conformando una revolución a la que los aztecas denominaron Xiuhmopilli, o atado de años. Esta conjunción del tiempo estaba basada en la observación de los ciclos de la Tierra alrededor del Sol, de la Luna en torno al planeta Tierra, y de Venus.

El calendario civil

 

A través de este calendario, los aztecas identificaban los días para ceremonias y rituales. Estas mismas mediciones se aplicaban a los ciclos agrícolas, intrínsecamente ligados al rito y los festejos patronales de cada deidad. El año estaba dividido en 18 meses, o meztli, con una duración de 20 días por cada mes. A su vez, las semanas se encontraban compuestas por 5 días de duración. Se concebía un año de 365 días de actividad, más 5 días, llamados nemontemi, que significa días vacíos, durante los cuales cesaba toda acción civil y los pobladores se abocaban a la abstinencia y el ayuno. 


Arte


El pueblo azteca se caracterizó por su arquitectura y, más aún, por su escultura. Manejaron todo tipo de tamaños al tallar la piedra, captando la esencia de aquello que quisieron grabar, para luego plasmarlo con maestría y gran nivel de detalle. Destinaron las esculturas de mayor volumen a la representación de dioses y emperadores, mientras que las más pequeñas estuvieron destinadas a los animales y situaciones cotidianas. Sea ya en la piedra como en la madera, supieron adornar a la escultura con pinturas e incrustaciones. En cuanto a la música, fue el escenario de todo evento civil y religioso, acompañando bodas, funerales, actividades guerreras y políticas, ritos y sacrificios. También se destacaron por su arte textil, con prendas finas y coloridas.

Pintura


La pintura se basó en una correlación entre los colores y el símbolo. Emplearon pigmentaciones más bien puras y planas, sin variación de los matices cromáticos, ni brillos, ni sombras. En general, la pintura azteca estuvo vinculada a la decoración de los distintos tipos de edificaciones arquitectónicas. Otra acepción del arte pictórico azteca estuvo dada por los códices mexicas, elaborados con hojas de papel fabricadas con corteza de árbol. En estas páginas, un grupo de artesanos pintores de la elite imperial, llamados tlacuilos, representó sucesos importantes en la vida del pueblo, sus dioses y emperadores.

 

Arte textil y plumario

 

Los artesanos aztecas manejaron las artes textiles con maestría y fineza. En un principio se valieron de las fibras de ixtle, provistas por el tratamiento de las ramas del maguey, para la confección de mantas y atuendos. Más tarde, durante el asentamiento en la ciudad de Tenochtitlán, el comercio con otros pueblos posibilitó la obtención de algodón, con el que mejoraron, sobre todo, las vestimentas. La plumería constituyó uno de los aspectos más originales de la cultura de los mexicas, sobre todo en la elaboración de mosaicos suntuosos, para cuya realización se sirvieron de las aves de los bosques del sur. Una de las piezas más destacables es el penacho del emperador Moctezuma.

No hay comentarios: