Hacia el siglo XIII, tras colapsar su reino, el pueblo de
Taypiqala comenzó a reestablecerse sobre el valle del río Huatanay,
organizándose a través de un proceso que derivó en la fundación del
estado cuzqueño, a manos de su primer gobernador, el Inca Manco Cápac. A él se atribuyen la unificación de las tribus preincaicas dispersas en la zona del Cuzco,
a las que reunió para conformar la dinastía de los Urin Cuzco, y la
expulsión de poblaciones adversas. Hacia el siglo XIV, la sucesión de
gobiernos Incas estrechó los vínculos entre el conjunto de curacazgos
subordinados al Cuzco, entrelazando los intereses y necesidades de cada
uno en un sistema de reciprocidad entre el estado incaico y sus
participantes.
El Imperio Inca o Tahuantinsuyo
El inicio del Tahuantinsuyo, el mayor Estado de
la América del Sur precolonizada, fue producto de la victoria de las
etnias del Cuzco, en el actual Perú, sobre los estados chancas, durante
las guerras del año 1438. El Inca Pachacútec subdividió el territorio en cuatro regiones, o suyus, al fundar el Tahuantinsuyo, que en quechua significa las cuatro divisiones, lo que dio origen a un modelo imperial en el que se organizó el estado Inca.
Expansión del imperio
El tributo y los favores recíprocos entre curacas, así
como una excelente distribución de la producción, permitieron la fase de
mayor expansión en la historia del Imperio incaico,
que hacia el siglo XV se extendió hasta ocupar unos 2 millones de
kilómetros cuadrados, entre el océano Pacífico y la selva del Amazonas, a
lo largo del cordón andino. Cuando un espacio era proclamado por los
incas, sus ocupantes podían optar entre pelear o subyugarse. Con
prácticamente nulas posibilidades de triunfar, en el primer caso, las
distintas tribus prefirieron tributar al imperio, a cambio de apoyo en
caso de conflicto con otros pueblos y la obtención de mano de obra para
los trabajos, entre otras ventajas. A través del tributo y la reciprocidad se originó el desarrollo de una de las civilizaciones más complejas y poderosas de la historia humana.
Geografía
La geografía andina, a
lo largo de Suramérica, fue escenario de las diversas culturas
preincaicas que conformaron la civilización Inca. Durante el apogeo del
Imperio, los incas llegaron a dominar vastas extensiones de territorio a
lo largo de Perú, Ecuador y Colombia, hacia el norte, y Chile, Argentina y Bolivia, hacia el sur.
El culto a la piedra
La montaña y los incas vivieron en comunión. La cultura del Tahuantinsuyo adoró la piedra y con ella estableció un vínculo vital, manifiesto en el despliegue cultural de las tribus que supieron sobrevivir en la diversidad ecológica de la cordillera de los Andes, el frío altiplano, la selva tropical y la costa oceánica. Coexistieron con entornos adversos, fríos y secos, así como proliferaron en zonas de condiciones climáticas benignas. Los 2 millones de km. cuadrados del imperio incaico fueron subdivididas en los cuatro suyus del Tahuantinsuyo, hacia el siglo XV, por Pachacútec, quien tomó como referencia a la capital del Imperio, actual ciudad del Cuzco, Perú.
Extensión incaica en la geografía actual
En la región actual de Chile, los incas conquistaron a los diaguitas en los valles del norte, y, hacia el sur, a tribus mapuches
en el valle del Aconcagua, llegando a dominar un vasto territorio hasta
los límites del río Maule. En Argentina, ocuparon porciones de las
provincias de Tucumán, San Juan, Jujuy, Salta, Catamarca, La Rioja y
Mendoza. En Bolivia y Perú, se situaron, a través de sucesivas guerras
entre las etnias, en las regiones actuales de Arequipa, Puno, La Paz y
Oruro. Dominaron la selva alta y baja, la sierra y la costa peruana, lo
que equivale a tres cuartas partes de toda la extensión del país. Más
tarde se extendieron por el altiplano boliviano. El actual territorio
ecuatoriano, casi en su totalidad, fue incorporado al Imperio, que se
extendió hasta Colombia, en donde transitoriamente llegó a ocupar las
provincias de Córdoba y Pasto. Luego se desplegó hasta dominar una
porción del monte amazónico, aunque sólo se mantuvo en el tiempo su dominio sobre la costa del Océano Pacífico.
La pirámide social tenía una punta plana en la que se encontraba situado el emperador inca, máxima autoridad y encarnación del dios sol en la tierra. Contaba con la asesoría de un consejo imperial, compuesto por los máximos representantes políticos, militares y religiosos. La elite del imperio se completaba con las panacas, o familias de linaje real. La sociedad era jerárquica y rígida. En la base social se encontraba el pueblo común: los hatun runa eran los jóvenes que se incorporaban a la mayoría de edad y pasaban a trabajar para el imperio; los Mitmaqkuna eran trabajadores que migraban de una zona a otra y, junto a los yanakuna, trabajadores extranjeros seleccionados para trabajar con los incas, conformaron una clase social que tenía sus derechos, su herencia y sus tierras. También existieron los piñakuna, algo similar a un esclavo, aunque, aún así, podían poseer tierras para su propia subsistencia.+
Los incas no tuvieron escritura alfabética. Desarrollaron potentes herramientas de medición a través de los quipus, un sistema de registros con sogas anudadas de distintos colores, que representaban el resultado de un cálculo previamente realizado con los yupana, una especie de ábaco. Se estima que todo tipo de información alfanumérica era almacenada a través de este sistema, lo que aún se encuentra en fase de investigación.
Política y sociedad
El esquema social de los incas se organizó en torno al principio que rigió toda su cultura: la dualidad. En el caso de las familias del Imperio, se agrupaban en pares de ayllus,
o grupos de familias unidas por una relación de parentesco, que pudo
ser real o mítica, y cuyos nombres traducidos al español significaban
lugares referenciales, por ejemplo: arriba y abajo, antes y después,
dentro y fuera, etc. Esta dualidad no regía una relación de oposición,
sino, antes bien, de complementarios, con obligaciones mutuas en un
sentido recíproco.
División del Tahuantinsuyo
Basándose en las divisiones de los cuatro grandes señoríos preincaicos, Pachacútec ordenó los cuatro territorios o suyos en que se organizó el estado del incanato: Chinchasuyo, Antisuyo, Collasuyo y Contisuyo,
partiendo desde la ciudad del Cuzco. Luego, cada suyo agrupaba a las
provincias, o wamanis, que a su vez se subdividían en partes, o sayas,
constituidas cada una por ayllus. Un ayllu reunía a familias con un
antepasado en común, adorando a una misma momia, lo que establecía un
lazo mitológico, que daba un sentido trascendente a la interrelación,
manifiesta en deberes y beneficios que todos compartían al trabajar la
tierra. El curaca de cada ayllu organizaba las tareas, que además eran supervisadas por un llacta camayoc, un noble enviado por el Inca, que respondía al Imperio.
Estructura social
La pirámide social tenía una punta plana en la que se encontraba situado el emperador inca, máxima autoridad y encarnación del dios sol en la tierra. Contaba con la asesoría de un consejo imperial, compuesto por los máximos representantes políticos, militares y religiosos. La elite del imperio se completaba con las panacas, o familias de linaje real. La sociedad era jerárquica y rígida. En la base social se encontraba el pueblo común: los hatun runa eran los jóvenes que se incorporaban a la mayoría de edad y pasaban a trabajar para el imperio; los Mitmaqkuna eran trabajadores que migraban de una zona a otra y, junto a los yanakuna, trabajadores extranjeros seleccionados para trabajar con los incas, conformaron una clase social que tenía sus derechos, su herencia y sus tierras. También existieron los piñakuna, algo similar a un esclavo, aunque, aún así, podían poseer tierras para su propia subsistencia.+
Ciencia y tecnología
Los incas fueron grandes astrónomos y centraron su observación en el sol y las estrellas.
En base al comportamiento de los astros, lograron establecer patrones
precisos para la siembra y la cosecha. Empleando construcciones de
piedra, supieron medir el tiempo, predecir el clima e, incluso, los
eclipses. Montaron verdaderos laboratorios científicos para sus cultivos,
logrando adaptar la supervivencia de diversas especies vegetales a las
distintas alturas de la geografía del incanato. El constante avance de
su civilización estuvo dado por el aprendizaje que supieron tener sobre
las ciencias de las culturas dominadas. En materia militar, aprovecharon
la excelencia en el manejo de los metales para construir armas
poderosas, como cuchillos, hachas y macanas, que consistían en bolas de
metal con puntas de estrella y un mango de madera.
Medicina y agricultura
Los brujos curanderos llegaron a practicar
intervenciones quirúrgicas para quitar huesos fracturados, partículas de
metal, o restos de armas en los cráneos de los guerreros heridos.
Emplearon una herramienta llamada Tumi, un cuchillo con
forma de T, símbolo del dios de la medicina incaica. No obstante, su
ciencia de la salud se basó en la naturaleza, sirviéndose de animales y
plantas para la cura de las enfermedades, atribuidas al abandono del
cuerpo que el espíritu hacía cuando sufría un maleficio. Supieron
cultivar más de 70 especies de vegetales, entre múltiples variantes de
papas y maíces, así como batatas, tomates, ajíes y quinua. Se sirvieron
de terrazas para aprovechar el faldeo de los cerros, círculos concéntricos para crear microclimas húmedos y lagunas.
Escritura y cálculos matemáticos
Los incas no tuvieron escritura alfabética. Desarrollaron potentes herramientas de medición a través de los quipus, un sistema de registros con sogas anudadas de distintos colores, que representaban el resultado de un cálculo previamente realizado con los yupana, una especie de ábaco. Se estima que todo tipo de información alfanumérica era almacenada a través de este sistema, lo que aún se encuentra en fase de investigación.
Economía
Los relatos de la conquista del Perú destacan la excelencia del sistema incaico de aprovisionamiento y redistribución de la producción, tanto agrícola
como ganadera, lo que fue posible a través de una correcta
administración de los recursos y la contabilidad. El trabajo se basó en
la rotación de la mano de obra, un aspecto del ámbito andino tradicional
que los incas supieron optimizar. Las tierras eran comunales y se
repartían entre las familias según cada necesidad. Si bien la base de la
economía fue la agricultura, los incas criaron camélidos, fueron
pescadores, y cazaron aves silvestres. El trabajo estuvo dividido en
función del objetivo: la mita, correspondía al trabajo para el Estado; la chunga, al trabajo femenino abocado al cuidado del pueblo en cuestiones de salud y ayuda; la minca, al trabajo para el ayllu, o el culto a una divinidad, ya que los incas entregaban tierras a sus dioses; y el ayni, vinculado al trabajo comunitario de reciprocidad entre familias.
Mercaderes
Este grupo socioeconómico estuvo compuesto, sobre todo, por
habitantes de las zonas costeras, quienes se dedicaron al intercambio de
productos. La economía del incanato no conoció el uso de la moneda como
sistema cambiario, sino el trueque. A través del mar, o
de las rutas terrestres, los mercaderes llevaban y traían cobre,
pescado desecado, ropa, lana, algodón y sal, entre muchas otras cosas.
Reciprocidad y distribución
La reciprocidad era una antigua costumbre andina, ya en la época del inca. Consistía en intercambiar trabajo, o bienes, entre las familias que conformaban un ayllu, entre ayllus vecinos, y con el Inca, en cuyo caso la reciprocidad era asimétrica, por cuanto el emperador no retribuía con trabajo, sino con protección y asistencia. Este principio funcional no era considerado un favor, sino una obligación entre los incas. La redistribución consistió en el reparto de los excedentes de la producción que el Imperio realizó con su pueblo. Los productos eran almacenados en tambos para disponer de ellos según la conveniencia. En caso de sequías o guerras, se recurría a este acopio.
Religión
La civilización Inca y su religión fueron, a la vez, una sola y única cuestión. Se trató de una sociedad politeísta que adoró principalmente al astro sol, al que llamaron Inti, y al que consideraron fuente de toda la existencia, creador de todos los dioses. El Inca emperador fue concebido como hijo del sol
y su encarnación en la tierra. Así, durante el transcurso de su vida
como monarca, mediaba entre la divinidad y los humanos. Al morir,
regresaba al cielo con su padre.
Los reinos de Viracocha
Según la mitología incaica, Viracocha, la deidad a cuyo cargo estuvo la creación del mundo, construyó tres reinos o pachas: el Hanan Pacha, que significa mundo de arriba, era la morada de los dioses y a él accedían los hombres que en vida fueron justos; el Kay Pacha, o mundo de aquí, habitado por los seres de la tierra, lugar en que los hombres transcurrían sus vidas; y el Uku Pacha,
o mundo de abajo, la tierra de los muertos, los niños no nacidos, y
todo aquello que se encontraba por debajo de la superficie terrestre y
acuática. La cosmovisión andina se caracterizó por ser totémica y animista,
con adoración a los fenómenos naturales. Si bien en el panteón incaico
Inti fue el dios principal, cabe destacar que se trató de un culto
difundido a través del Sapa Inca Pachacútec, que lo jerarquizó como
deidad oficial del Tahuantinsuyo. Por lo demás, Viracocha fue un dios
primordial para toda la región de los Andes, figura de culto central
también para los nobles cuzqueños, que forjaron los inicios del pueblo
Inca. El mito tribal lo narra como creador del cielo y de la tierra,
tras surgir de las aguas del sagrado lago Titikaka.
Otros dioses
Mama Quilla fue la diosa que representó a la
luna, esposa de Inti, objeto del culto principal por parte de las
mujeres y sacerdotisas del imperio. Pacha Mama fue la madre tierra, deidad de los campos y la fertilidad; Mama Sara representó la diosa del maíz y Mama Cocha fue
madre del mar, entre otros dioses mayores. También existieron un número
de dioses menores, generalmente alusivos a estrellas y planetas
visibles en las noches estrelladas.
Lugares Sagrados
Entendiendo que el Imperio Inca tuvo una cosmogonía panteísta,
es preciso mencionar que para su cultura todo lugar fue sagrado. Una de
las obras más admirables es el Qhapaq ñan, o Camino Inca,
consistente en una red de rutas que comunicaban todo tipo de regiones,
desde las planicies de la costa y los valles, hasta los volcanes y
montañas por encima de los 5 mil metros sobre el nivel marítimo.
Soslayando todos los accidentes geográficos, los incas se trasladaron a
lo largo del imperio entre distintas edificaciones y lugares sacros. El Valle sagrado,
situado en los Andes del Perú, es un valle fértil, de ríos y quebradas,
que agrupa una gran cantidad de santuarios, monumentos y terrazas
agrícolas.
Machu Picchu
Una de las teorías más aceptada indica que fue construido en el siglo XV para uso a la vez religioso, como santuario, y social, como palacio del Inca Pachacútec. El camino original, desde el Cuzco hasta las puertas del lugar, implicaba un recorrido de purificación, a lo largo de distintos paradores, en todo tipo de escenarios ecológicos. Se encuentra ubicado a 2440 metros sobre el nivel del mar, entre las cumbres de los cerros Machu Picchu y Huayna Picchu, rodeados por el río Urubamba. El complejo supo contar con una población móvil que variaba entre los 300 y 1000 habitantes, aproximadamente, posiblemente pertenecientes a la familia real. Así mismo, albergaba centros astronómicos, religiosos, agrícola-medicinales y civiles.
Coricancha
Se trató de la residencia del Inca, alter ego y encarnación del Sol en la tierra. Originalmente fue llamado Inti Kancha, templo del sol,
en quechua. También conocido como recinto del oro, este lugar sagrado
fue uno de los más venerados por los incas, quienes rindieron culto a su
dios máximo cuidando las más rigurosas formas de reverencia y humildad.
El lugar estaba rodeado por un muro gigantesco de 3 metros de altura,
conformado por las piedras más finamente talladas y una banda de oro
macizo en la parte superior, aproximadamente del ancho de una mano, a lo
largo de todo el perímetro.
Astronomía
Conociendo el movimiento sinódico que completaban a lo largo de sus revoluciones los planetas, los incas construyeron un calendario dual: uno lunar, que regía las fiestas religiosas, y otro solar, que marcaba los tiempos de siembra y cosecha. A partir del Inca Viracocha,
el calendario estuvo organizado en un ciclo de 365 días, que a su vez
se subdividió en 12 meses de 30 días cada uno y un conjunto de 5 días
que se contabilizaban de manera intercalada, teniendo como primer día
del año a la luna nueva de enero. Más tarde, el Inca Pachacútec
relocalizó el inicio del ciclo en diciembre. Este calendario derivó de
un antecesor basado en la luna y las constelaciones estelares, mucho más
preciso, con 12 meses de 27 días y un año de 328 días, cada uno
correspondido por una huaca, símbolo sagrado de cada familia en el
Cuzco. En cualquier caso, el año comenzaba en distintos momentos, según
el sitio y la etnia que lo ocupaba, aunque, en general, la actividad
agrícola computó a los meses de agosto y septiembre como comienzo del
año, a través de la siembra, y el fin estuvo ubicado entre junio y
julio, con la cosecha. De lo que se desprende que los Incas contaron con
un calendario imperial y otro regional.
Fechas sagradas
Los momentos más importantes del calendario incaico fueron: la festividad del Inca y el Sol, el Inti Raymi, celebrada en junio, destinada al Sapa Inca; la festividad de la Coya y la Luna, Coya Raymi Quilla, celebrada en septiembre, dedicada a la Coya y la purificación del Cuzco; y la festividad de Huarachico, en diciembre, momento en que los niños mayores pasaban a la adultez en un rito iniciático complejo y extenso.
Arte
La cerámica, la escultura y orfebrería
A mano con el sistema que les permitió una monumental expansión cultural, los incas hicieron circular por todo su territorio los productos que cada zona producía con excelencia, de modo que con el tiempo todos fuesen asimilados, redefiniendo un estándar global. En el caso de la cerámica, se constató la producción de todo tipo de vasijas y utensilios a través de moldes para producción en masa. La escultura, como la alfarería, se basó en formas geométricas sencillas, sobrias, que resultaron abstracciones sintéticas de la realidad inmediata, con un foco predominante en el aspecto funcional de la obra. Los incas fueron expertos orfebres y lograron todo tipo de aleaciones, ya sea para herramientas, armamento, objetos suntuosos u ornamentales.
Textiles, pintura y música
Los productos textiles se caracterizaron por su fineza y acabado. En sus diseños, siempre simétricos y coloridos, se estampó la cosmovisión andina,
representativa de un orden religioso, político y social. La pintura se
manifestó tanto en lo textil, a través de mantos, como en lo
arquitectónico, en gigantescos murales. También emplearon la pintura para esquematizar regiones y zonas conquistadas, a modo de mapas. Los instrumentos musicales por excelencia fueron los tambores y las quenas, que en ocasiones se construían con restos humanos. Predominaron los sikus, hechos con caña, y las flautas. Existieron melodías para la agricultura, el amor, la guerra y la muerte.
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